Era todo corazón.Lo llevaba al lado de la cabeza. De su movimiento acompasado y rápido prendía el sonido. Se podía escuchar aproximando el oído, primero tenue, después cobrando vigor hasta que consiguió envolverme entera.
Era todo corazón y energía. Pum-pum, pum-pum, pum-pum, pum-pum.... Aquel sonido primitivo, rítmico, brotaba del origen de la vida. La suya, la mía. Siete semanas, nueve milímetros.
Con su pulsión agitaba mis emociones más básicas y me llevaba a la fuente, a las lágrimas. Lloraba de amor. De milagro. Lloraba radiante. Vívida. Llena. Encontrándole sentido a cada espasmo cordial de aquel minúsculo órgano que había soleado la sala blanca.
Mi niño, era todo corazón.
enseñas las entrañas...delicioso
ResponderEliminar¡ENVIDIA SANA, MON!
ResponderEliminar¡Es milagroso, maravilloso lo que puede sentir una mujer!
Ya te lo comenté en El Puerto cuando nos reunimos y es verdad, un sentimiento que jamás podrá un hombre vivir.