viernes, 24 de febrero de 2012

Escuelas Pestalozzi. CEPAS en Ecuador.

Una amiga me llevó a un libro "Educar para ser" de Rebeca Wild, que guiada por la filosofía Montessori fundó una escuela alternativa en Quito, Ecuador, junto con su marido :Mauricio Wild, llevados por la necesidad de dar una educación más humana y menos directiva a su segundo hijo, Rafael.
Ese proyecto ha ido aprendiendo de si mismo y de quienes lo comparten durante tres decenas de años, sembrando CEPAS (Centros educativos donde el respeto cultural está muy presente) a lo largo de Ecuador como evolución del primer Instituto Pestalozzi de Quito .
Estos proyectos son visitables y también se puede recibir formación pedagógica en ellos. Nuestra ilusión es, cuando Rodrigo tenga tres años, pasar unos meses con ellos. Os dejo más información audiovisual por si deseáis seguir investigando sobre ello... Otras maneras son posibles.














Otras lecturas:
Libertad y límites: amor y respeto WILD, REBECA

miércoles, 22 de febrero de 2012

Filipinas II ( Mindanao, Zamboanga)

 Y llegamos a Mindanao.
Mindanao merece mención aparte. Está situada al sur de Filipinas, cerca de Sulavesi  (“Isla Mariposa”, antiguo Ceilán, isla de Indonesia). Es una región montañosa rodeada de mar. Las islas del suroeste, que se atisban desde su capital, Zamboanga,  han sido zona de lucha secular entre musulmanes y cristianos. Restan piratas en algunas islas del sur y “bandoleros” en las montañas de la región.


Durante mucho tiempo las embajadas prohibían el acceso del turismo a Mindanao. Actualmente Zamboanga es un destino seguro, amable y generoso con el visitante aunque pocos son los que se adentran en esta zona sur. Mi deseo de conocer  Zamboanga se centraba en el hecho de que aquí se habla un criollo español, es decir, una lengua mixta entre el castellano y las lenguas de sustrato previas. El 80% del vocabulario es idéntico al nuestro y las diferencias son, sobre todo, gramaticales (procedentes de la familia lingüística malayo-polinésica). Es uno de los pocos lugares del mundo donde se conserva un criollo español. Junto con el español de Guinea Ecuatorial y el Spanglish norteamericano son las variedades más curiosas de nuestro idioma. Es tan divertido como interesante.  Así que nuestra misión  en Zamboanga consistía en hacernos con material audio, textual y, sobre todo, experimentar el “chabacano zamboangueño”. Chabacano es el nombre de esta lengua. Los españoles eran ciertamente crueles a la hora de nombrar aquello que rodeaba a los inocentes filipinos. Y desde sus apellidos de corte hispánico (Ej. Orín) hasta el nombre de sus lenguas provoca risa en algunos casos. Aunque no sabría decir con exactitud si el nombre de esta lengua da lugar al adjetivo o es al contrario.
Les transcribo un trozo de un texto en Chabacano en que se habla de los lutao, pobladores del mar, de origen malayo, residentes en Zamboanga, para que juzguen:
“Este el naturaleza de este clase de gente que no conoce nigun casa mas que el vinta. Na maga sitio donde estos ra reuni allí ta demostra siempre su inclinación si donde ya nace; que estos ta gusta mas vivi na mar y talli su casa. Estos cta coloca palo para planta su casa: si hondo el agua maga casa lejos na aplaya. Este clase de gente gendeh ta gusta na tierra entonces con estos gendeh ta molesta cultiva y sembra. Su unico trabajo era pesca y con este ta usa para cambia cosas del tierra como palo para leña y trozo para casa”
La conciencia de lenguaje vulgar del chabacano sigue vigente, puesto que al querer que nos hablasen los zamboangueños de la calle en este su idioma, que nosotros entendíamos, no  lo conseguíamos más que con risas avergonzadas, y a la mínima de cambio se pasaban al inglés pues en su mente no estaba la idea de hablar zamboangueño con extranjeros  en una situación que no fuera familiar, ni mucho menos que los pudiésemos entender. Ni siquiera eran conscientes de que les estábamos hablando con un idioma casi idéntico al suyo: el castellano. En fin, me hizo pensar en mi abuela Nila a la que le hablaba en gallego cuando volvía de aprenderlo en la facultad y me contestaba en castellano porque no podía asociarme con el gallego cuando toda la vida mis padres me educaron en castellano y yo hablé con ella ese idioma. La diglosia y el bilingüismo que dan lugar a situaciones tan cómicas como absurdas. Y el asociar las lenguas a situaciones sociales de prestigio o familiares, que convoca cortinas entre los hablantes impidiéndoles comunicarse con normalidad cuando salen de las expectivas aprendidas.
Dado que a la ciudad apenas llegan turistas puesto que algunas embajadas aún recomiendan que no se visite la zona, los trabajadores de la oficina de turismo de Zamboanga nos trataron como reyes: nos llevaron en su propio coche a recorrer la ciudad, nos enseñaron la zona de restaurantes y nos invitaron a cenar. En pocas oficinas de turismo el trato es tan personalizado, supongo que tiene que ver con que éramos los únicos españoles que se habían pasado por allí en lo que iba de año, españoles y casi me atrevería a decir que unos de los pocos europeos.
En Zamboanga existen zonas diversas, como en cualquier ciudad, barrios marginales, y zonas más exclusivas. Dentro de estas últimas estaba un pequeño paseo marítimo aporticado lleno de restaurantes que se iluminaba lujosamente durante la noche. Allí nos llevaron nuestros amigos queriendo enseñarnos lo mejor de la ciudad. Y allí algo cambió en mí. En el borde del paseo, en el mar, decenas de lanchas flotaban con chicos, parejas y familias a bordo, eran “los de abajo”.  “Los de arriba” que los miraban como si de una atracción circense se tratase les echaban monedas premiando sus gestos ampulosos o sensuales, bailes, músicas, la ternura o compasión que les despertaban ciertas familias enteras que nadaban con el bote. Y “los de abajo” se tiraban al mar y buceando atrapaban las monedas. El primer día que vi el espectáculo se me revolvieron las tripas y me tuve que ir, absolutamente consternada. Paseamos durante más de una semana por aquel paseo cada día y cada día vislumbrábamos el espectáculo hasta que el último me paré de nuevo a mirar.  Para entonces ya había oído que “los de abajo” (los lutao) vivían así desde generaciones atrás, casi siempre sobre los botes. Tenían casas flotantes en las afueras de la ciudad, donde desembocaba el río y vagabundeaban el  mar desde siempre, era su modo de vida, prisioneros de la mirada y libres de las ataduras sociales de “los de arriba” (los subano), pero con las suyas propias, su propia estructura social y de supervivencia que, probablemente, preferían a la nuestra. Yo me sentía “de arriba” en parte pero también en parte, con la mochila a cuestas durante tantos meses, me sentía “de abajo” y perdí la compasión para convertirla en algo mucho más amplio, en la comprensión del lugar de cada uno, que elige, alimenta, venera, e  incluso denosta a lo largo de su vida. No juicio. No es mejor ser de arriba ni de abajo. Simplemente, el lugar que ocupamos debemos amarlo y luchar si no nos hace libres. La compasión, como muchas otras formas de servidumbre del orgullo, no es más que un sentimiento ligado a la superioridad. Y, entonces, me apeteció remangarme el pantalón para bajar a hablar con ellos de tú a tú, sin querer ayudar ni cambiar nada, simplemente por el placer de vivir a su lado durante unas horas, bailando, pavoneándome y despojándome de mi etiqueta social.

jueves, 2 de febrero de 2012

Encarna Álvarez Ortigosa expone en "El Pópulo", Cádiz


Además podéis disfrutar de su obra los sábados y domingos de 11:00 a 15:00 en su Mercado de Arte : Parque Atlántico, Bloque 13 5º A  Jerez
(teléfono: 699 837 758)