viernes, 16 de noviembre de 2012

25 de NOVIEMBRE: LIBRE TE QUIERO. Propuestas didácticas para todas las áreas.

Queridos compañeras/os:
Hoy me he levantado muy temprano, he dejado a mi bebé durmiendo y me he puesto a recopilar datos sobre este tema porque sé que la mayoría de vosotros y vosotras preparáis la programación semanal durante el fin de semana ( probablemente la tarde- noche del domingo) y quería que para entonces tuvieseis estos recursos, porque en cualquier área se puede hacer un hueco al aprendizaje de la no violencia. Buscad a ver si algo de esto os convence y activamos en las clases de esta semana este tema. Si todos los hiciésemos, aunque solo fuese esta semana, estoy segura de que sonarían ecos en los pasillos de los centros. Ecos de semillas de cambio.


 Como hice hace un tiempo con el Día de la Paz deseo ofrecer desde esta ventana-libreta personal una serie de recursos accesibles en la red y otros para que, cada uno desde su área
( MATEMÁTICAS, LENGUA, MÚSICA, PLÁSTICA, HISTORIA, ETC.) o TUTORÍA, pueda trabajar en el aula el tema de la Violencia de género.
Y aunque tanto este como otros son temas aparecen de manera constante en nuestras conversaciones y guías al alumnado, el día 25 de noviembre,  que como sabéis es un día especial al respecto puede apeteceros que no pase desapercibido.
Las propuestas son múltiples.
Enlazo . Espero que sirvan y faciliten vuestra labor docente:






REGLAS DE JUEGO PARA LOS HOMBRES QUE QUIERAN AMAR A LAS MUJERES



I

El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer lo que anida en mí,
la golondrina transparente de la ternura.

II

El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
con que yo estaré al lado suyo.

III

El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.

IV

El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo,
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.

V

El hombre que me ame 

podrá encontrar en mí
la hamaca donde descansar

el pesado fardo de sus preocupaciones
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocura ser pájaro.

VI

El hombre que me ame
hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.

VII

Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si es necesario.

VIII

El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en la trinchera,
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.

IX

El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento
en una plaza llena de multitudes.
Podrá gritar -te quiero-o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.

X

El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas,
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado,
las debilidades que, por siglos,
nos mantuvieron separados
como seres de distinta estatura.

XI

El amor de mi hombre
no querrá rotularme y etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución

que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.

(Gioconda Belli)


LIBRE TE QUIERO

Libre te quiero
como arroyo que brinca
de peña en peña,
pero no mía.
Grande te quiero
como monte preñado
de primavera,
pero no mía.

Buena te quiero
como pan que no sabe
su masa buena,
pero no mía.
Alta te quiero
como chopo que al cielo
se despereza,
pero no mía.

Blanca te quiero
como flor de azahares
sobre la tierra,
pero no mía.

Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.

(Agustín García Calvo)







  • EL SIGUIENTE POWERPOINT NOS RECUERDA QUÉ ES GÉNERO, CÓMO SE CONSTRUYE, CUÁLES SON LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO MÁS FRECUENTES, CUÁL ES LA DIMENSIÓN DEL PROBLEMA DE LA VIOLENCIA EN LA PAREJA, FÍSICA Y PSICOLÓGICA:



Violencia sexual y de género - parte 1 from National Institute of Psychiatry



Malo eres, Bebe





No le grites (Los suaves) Aquí enlace a la letra

.

Mararía ( en  directo) Pedro Guerra




El club de las mujeres muertas. Víctor Manuel.





Y, para terminar,como complemento, inserto este pequeño documental sobre la Comunidad "mosua"del Himalaya que tienen una estructura social matriarcal que me ha pasado miamiga y Nuri me resulta de lo más interesante...
“el Matriarcado nunca ha estado en oposición al Patriarcado, ya que las Mujeres no mandaban ni oprimían a los hombres, sino que era una Organización Social basada en la IGUALDAD”:


Matriarcado from Madre Sigal-lia on Vimeo.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Australia I: Aborígenes australianos

Otros pueblos, otras gentes.
Australia I. Los aborígenes australianos.
Llegar a Australia es irse muy lejos. No tanto como llegar a China pero queda a un rato. Quiero decir que no compartimos mamíferos ni paisaje ni cultura base aunque el mundo australiano, si nos limitamos a las ciudades, la barrera de coral y playas, y completamos con una pequeña incursión al Uluru sin detenernos mucho, es reconocible. Hace un siglo y alguna década no era así.
Hace un siglo y alguna década llegaron los ingleses y transformaron Australia. Transportaron con ellos a roedores como los conejos y  ratas  o  a los perros (el perro salvaje dingo, subespecie de lobo propia de Australasia, es el único mamífero previo que existía). Australia se convirtió en un hervidero de conejos y para terminar con ellos, se inventaron una enfermedad: la mixomatosis. Actualmente esta enfermedad mata a colonias completas de conejos en todo el mundo. Es decir, infestaron de animales externos un país, lo atacaron para solucionarlo y acabaron dañando al resto del mundo. Además de esta altisonancia animal, transformaron a los pobladores australianos llamados aborígenes, vistiéndolos, educándolos, colocándoles un rifle y, en definitiva, domesticándolos. En las fotos que quedan de la llegada de los colonos estaban desnudos, con palos y flechas,  vivían en chozas y tenían una cultura nómada, basada en el conocimiento del medio ambiente y la supervivencia en un espacio árido (1892). En un tiempo récord se transformaron en indígenas disfrazados de ingleses, con armas inglesas y pose artificial (1904). Ahí empezó la aculturación de un pueblo entero, su masacre y debacle.
En nuestro viaje por este enorme país tuvimos que elegir zonas para no perdernos en la vorágine de abarcar más de lo posible. Elegimos Sydney y alrededores (Blue Mountains), la ciudad de Cairns y las playas e islas aledañas a su barrera de coral, así como  los territorios aborígenes: Cape York y Alice Springs. En otras ocasiones os hablaré del resto del país que he conocido pero hoy me centraré en los territorios y, sobre todo, en el pueblo aborigen.
 Quería conocerlos de cerca y la única forma era visitar sus lugares. Hay aborígenes adaptados por aquí y por allá, en muy pequeñas proporciones, aborígenes creativos que han expandido su arte (Dreamings) y han entrado con él en los circuitos comerciales, aborígenes universitarios que viven en las ciudades, pero yo quería visitar algo más real y mayoritario.
Quedan dos zonas en Australia que aún son territorio aborigen y se rigen por leyes propias: Cape York al noreste del país, en la región de Queensland, el paso a la isla de Papúa Nueva Guinea, y el estado del Territorio Norte, cuyo centro, Alice Spring, es donde se encuentra la  montaña sagrada Uluru, paso obligado de cualquier viajero que se precie. Las veces que intenté contactar con ellos recibía silencio o apenas un monosílabo o risas de los niños y niñas, o miradas ausentes. Solo en una ocasión, sin palabras, pude sentir a una mujer anciana, en pleno desierto.
Viajamos durante varias semanas por estas zonas. Por Cape York en caravana todoterreno. El lugar es árido y está despoblado, desértico, como la mayor parte del país, los caminos están hechos de  tierra es rojiza y polvorienta. Es necesario vadear ríos para poder avanzar por la zona y no hay alojamientos en los pocos pueblos que encontramos, apenas algún camping.
Era ya el final de la estación seca, quedaba nada para la de lluvias, que se adelantó y nos cortó el paso a mitad de Cape York. Allí una barrera nos impedía seguir hasta el final a causa del peligro de inundaciones y, por tanto, de quedarnos atrapados y aislados durante meses así que tuvimos que dar la vuelta a un tercio de viaje.
Mientras cambiábamos de planes mi cerebro rebobinaba el camino hecho, ocho días de tierra roja, polvorienta, de algún que otro canguro y walabee (pequeño marsupial) cruzándose por nuestro camino, de playas infestadas de medusas donde el baño está prohibido, de hermosísimos bosques de eucalipto, de diferentes  especies, sobrevolados por bandadas de cacatúas blancas, bandadas de cacatúas negras. Una belleza. El eucalipto blanco, negro, la tierra roja levantando polvareda al paso. Cada árbol tiene su sentido en el lugar del que proviene. De allí los exportaron y llegaron hasta nuestra tierra para comerse nuestro bosque. Allí son los divinos naturales. Por el camino, entre otras cosas, nos encontramos un incendio. Era de tarde. Hasta la noche no cruzamos ningún poblado pero memorizamos el lugar para indicar a la policía o bomberos dónde debían acudir. Llegamos a un poblado indígena tarde ya, buscamos a la policía y les contamos la historia. Creímos  que no entendían inglés porque ni se inmutaron; en fin, como ya habíamos tenido algún otro contacto frustrado con aborígenes nos dimos por vencidos. A los varios días supimos de la política australiana de dejar que se propaguen los incendios sin cortarlos como manera de renovar los bosques. Al tener un territorio tan extenso los incendios naturales siguen siendo como serían en antaño para la tierra, un método de rejuvenecer la vegetación.

Los aborígenes son gris ceniza. Su rostro de facciones gruesas e inflamadas impacta. Están cansados, abrumados. Perdidos de sentido. El gobierno les ha ayudado de la peor forma posible, dándoles una serie de opciones vitales resueltas tales como casa o pequeña paga para que acabasen ya de negarse a sí mismos, renunciar a su camino de vida y acomodarse. Su cultura del nomadismo, de conocer cada animal, cada veta de agua en el desierto, para qué servía cada planta, de recorrer con los jóvenes durante años vastos territorios para que aprendieran la supervivencia, se ha sustituido en la mayor parte de los casos por el ocio y la venta de objetos artísticos simbólicos de su visión del mundo. Sus cánticos han ido enmudeciendo. En Alice Spring, ciudad del centro de Australia, desde donde se parte al Uluru, gran montaña sagrada, merodean por la ciudad lentamente, abotargados en los parques, tumbados en grupos en el césped al lado de sus cuadros. Y mientras la vida de los blancos contrasta  activa, dinámica, llena de sentidos inventados, pero sentidos al fin y al cabo, la suya ha perdido su identidad. Esto es lo que he podido intuir de ellos, de su alcoholismo en algunas zonas ( en los pueblos aborígenes está prohibido pasar con más de una cerveza para consumo propio, hay ley seca) que sobrevive en las tabernas de los pueblos blancos vecinos a donde van en busca de sustitutos de vida real. Es la historia compartida con otros pueblos del mundo: los indios americanos, algunos pobladores de la Amazonía, etc. Les falta maternaje. Su madre vida los ha abandonado, les han segado la raíz de golpe los blancos. Tras llevarlos a los campos de opio y drogarlos como manera de mantenerlos trabajando como esclavos, tras organizar cacerías de pudientes que salían con escopetas a perseguirlos a ver si conseguían cazar cual alimañas a alguno de ellos, tras robarles a sus hijos por imponer que no sabrían quererlos durante generaciones, tras no pedir perdón oficial hasta el año 2000 y hacer un lavado de cara consistente en colgar unas cuantas obras aborígenes en el museo de arte contemporáneo de Sydney y otras cuantas acciones similares que afectan a una minoría de indígenas, han conseguido destruir a uno de los pueblos más fascinantes del planeta. Fascinantes porque en ellos late el instinto básico de la vida y simbiosis con el entorno, ese que nosotros vamos desechando en nuestro proceso de civilización.
En el Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta, al lado de la roca sagrada Ayers Rock, una montaña de arenisca rojiza de 318 metros de alto y 8 kilómetros de perímetro situada en medio de una inmensa llanura al suroeste de Alice Springs, se respiraba el polvorífero calor del ombligo australiano. La inmensa piedra no me hacía sombra. Me resguardé en un chamizo de paja, abierto, con bancos. Una mujer vendía dreamings aborígenes y dos más la acompañaban. Se sentaron. Yo, a su lado. Quería respirar su espacio, compartir su lugar al ritmo de su lentitud. En silencio, escuché profundamente y entré en las historias. Estuve mucho más tiempo del transcurrido al lado de ellas.
La más anciana tenía planchados dos dedos de una mano, parecían derretidos por el sol. Su lengua sonaba constante, repetida, como un tambor de tierra. “Wantyeye-wantyeye the areke ayenge akweke-arle anerlenge. Apmere Alyanthengeke. Itnearle akwetethe urnterrirretyarte” (“ Recuerdo que cuando era joven  yo viajaba con mi familia por estas tierras y otras muchas lejanas a través de Uyetye mucho más allaá de Alice spring”) y seguía contando, creo yo, que mientras viajaba por aquella su tierra que usaba para la vida, propiedad de nadie, iba pintando aquellos y otros lienzos. Entré en su música, en su gesto, en sus entonaciones. Estaba contrariada con un guía que no dejaba exponer los lienzos, que traía enrollados, en el chamizo y defendía obcecadamente su postura aunque se sabía perdedora de la partida. Olía dulce, denso, pasado, como a vientre de hormiga lleno de miel. Se oía el calor del polvo y el latido del animal que cazaron, amedrentaron, drogaron, alienaron, al que le extirparon a sus hijos. Ese animal se defendía. Le latía la tierra, el irrernte-arenye o espíritu de sus ancestros, la fuerza de sus ceremonias, el carácter pujante de los antiguos levantando el cuello desde su lugar sagrado, la Ayers Rock, todo lo que no se cuenta con palabras. Y el guía, extranjero, no le permitía usar su casa para sobrevivir vendiendo lo único que les han dejado seguir haciendo: arte. Pero eso no se veía, sólo se olía. O tal vez se oía cual cadencia en el mejor de los casos, entre las palabras, en sus inflexiones y ritmos se daban forma los pesos del pasado.  If you listen deeply and let this stories in.
Pasó el tiempo y me levanté sin hablar. Le sonreí. Me sonrió. Me alejé y me llevé el olor a miel densa en el fondo de la garganta. Las moscas negras del desierto volvían a agolparse a mi alrededor. Me fui con una sensación vívida aún cuando no conseguí saber lo que gritaba aquella mujer hasta que pasaron unos días y realicé una esquina de la barbarie histórica que había sufrido este pueblo. Supe, entonces, que habían conseguido mantener algo casi tan importante como la dignidad: el didgeridoo, instrumento de viento tan simple que para tocar se debe insuflar partiendo de una respiración completa que lleva casi al trance, que parte de una disposición de paciencia, relajación y positivismo, instintiva, desde la mayor simpleza, y que por todo ello es tan difícil para los occidentales.Su sonido base es el drone (BR BR BR), bramar bajo, subterráneo de la tierra roja.
Como rezaba Adrian Tucker en 1997, la espiritualidad es mucho más que la conciencia de uno mismo, es la conciencia y la responsabilidad del conocimiento de nuestro lugar y nuestro rol en el mundo. Es saber las responsabilidades de cada cual por el pasado, en el presente y hacia el futuro.
No nos perdamos de vista porque todos ellos, aborígenes y colonos, son humanos como cada uno de nosotros. Y en nosotros va la semilla de todas esas posibilidades: de ser o víctimas sin voluntad  o  irrespetuosos invasores del ser ajeno. No somos ni más ni menos que unos y otros, solo depende de qué opción vital elijamos en cada uno de nuestros actos. ¿Quieres ser el que elija como debe vivir el otro? ¿Quieres ser el que deja que otros elijan cómo debes vivir? En distintos grados es la historia de cada día cuando la palabra respeto se maquilla.

MONTSERRAT GÓMEZ GÓMEZ

domingo, 4 de noviembre de 2012

Presentación Fanny Rubio ( texto original) en XIV Congreso de Literatura Fundación Caballero Bonald "Heterodoxos & Transgresores" 2012

PUBLICO EN ESTE BLOG EL TEXTO ORIGINAL E ÍNTEGRO DE MI PRESENTACIÓN A FANNY RUBIO EN EL CONGRESO DE LA FUNDACIÓN. DADO QUE ME SENTÍA APREMIADA POR EL TIEMPO OMITÍ PARTE DEL TEXTO, ENTRE ESAS PARTES, LOS NOMBRES PROPIOS Y ALGUNA QUE OTRA COSA. ESOS SUCESOS DE CUANDO UNA DUDA Y NO QUIERE SER PESADA... PERO AQUÍ SÍ ME APETECE PUBLICARLO ÍNTREGRO, CON VUESTRA PACIENCIA DE SOSTÉN.


Muchas gracias tanto a la Fundación Caballero Bonald como al Centro de Profesores/as de Jerez de la Frontera por organizar otro año más este congreso de literatura e invitarnos a participar en él.
 Un gustazo compartir espacio y aire con todos estos maestros y compañeros/as, respirar bajo la misma o similar vibración. La que van dejando las palabras de los que por este estrado pasan. Las que van pronunciando también los que desde ahí intercambiamos opiniones.
El tema de esta edición número XIV del congreso no puede ser más sugerente, aperturista y rompedor  a priori : "heterodoxos y transgresores".
El formato, ortodoxo, me sugiere lo difícil que es transgredir incluso cuando el título lo reclama y nos lo ponen tan en bandeja.
Hoy tengo el placer de presentar a Fanny Rubio, mujer rebelde, de personalidad contestataria, divertida ironía y convencida de las palabras. Por mantener el ritmo en esta mesa pensaba traerme una peluca roja a juego con ella, como parte de lo que representa y por cierta transgresión patente, mas  aunque he sentido intensa la llamada, no lo he hecho porque me ha dado reparo. Y es que no es fácil ser transgresora.
ES tan difícil serlo como estar de acuerdo con todos los preceptos y leyes establecidos: quebrarlos de vez en cuando sería lo auténtico, pero es difícil ser auténticos. Así que apenas los quebramos porque somos muy dóciles y cuando nos atrevemos, a veces, nos riñen.
En fin, todo esto para contarles que cuando Fernando Domínguez Bellido, gerente de la Fundación y Manuel Bernal, asesor  del CEP me dijeron que eligiese a quién quería presentar, yo elegí a Fanny Rubio porque me parecía que poseía la virtud de la autenticidad y porque el tema de su ponencia me resultaba, imagino que como a la mayoría de ustedes, fascinante, era una de mis dos fascinaciones a priori del congreso de este año: el poema espacio del último Juan Ramón Jiménez, tan querido para mí – entre otras cosas- por mi vínculo con Mercedes Juliá. Así que por todo ello, hoy  es una delicia no exenta de curiosidad tener a Fanny tan cerca, de la que Alberti decía: “Fanny cada vez más clara… sus aguas alzan cada vez más luz”

Dice Fanny Rubio: “Creo que hay una búsqueda que nos conecta con el arte. Con el reconocimiento de que el dios no hay que buscarlo fuera, que está dentro” al hilo de estas palabras suyas me viene una imagen que me sugería un amigo hace unos días donde creo que podríamos situar a Fanny Rubio y, por supuesto, a Juan Ramón, a ese último Juan Ramón tan cerca de él mismo. Este amigo y pintor, Tato Cort, me diseñaba el camino por la vida mediante la siguiente alegoría, a ver si la pueden visualizar: el dibujo consiste en que estamos en el interior de la estructura helicoidal del ADN que gira constantemente a nuestro alrededor y forma, a la vez, parte de nosotros.. Y desde ese interior donde estamos situados vamos en ascenso o descenso observando los paisajes  de la vida, siempre desde ese punto de vista, intransferible, único. Los paisajes que aparecen en cada giro, similares, repetidos pero con variaciones;, a la vez, esa es la misma imagen que está grabada en nuestro interior, y así podemos desde nuestra autenticidad relacionarnos sanamente con las circunstancias. Y así, observando el giro, en el ser que gira, veo a Fanny Rubio en su búsqueda vital y literaria.
Dado el permiso de vivir, sentir, decir, escribir, hablar, desde la autenticidad, inevitablemente la individualidad creadora se manifiesta en los ámbitos de la vida,  y teniendo el valor y fe en quienes somos, inevitablemente, inherente a ser humanos, la transgresión aparece. En esa positiva radicalidad de no renunciar a ser desde el eje de observar y participar en las circunstancias de nuestra hélice particular, se despierta nuestro dios interno, la sensación de estar vivos. Y me parece que por ahí esta Fanny Rubio, “tocando la luz del fondo para afirmar la voz que no se ha pronunciado”
Juan Ramón se permite ese camino hacia el ser, hacia la autenticidad en una verdadera obsesión por convertir en palabras su ser más profundo, su visión particular de la vida, y más allá de ello. Fanny Rubio nos hablará de en sus propias palabras, esa visión del mundo y  fusión del hombre con el cosmos que encontró en el poema Espacio, su libro de cabecera.
Hoy estamos aquí en su compañía porque, hace mucho tiempo, Fanny Rubio conoció  las primeras palabras a través de las contadoras de cuentos que iban a comprar a la tienda de su padre en su pueblo, Linares. En la trastienda tenían un diccionario de la lengua, al que recurría toda la familia para identificar las expresiones sabias de las mujeres de la sierra. Lo había comprado su  padre con el primer sueldo, cuando tenía 17 años.
Dice Fanny que ese es el primer nombre que recuerda que le llamaban en su  pueblo, porque ella parecía alguien muy pequeña, dice que como sigue siendo ahora. Su  abuela se llamaba Francisca, libertaria y escritora en periódicos, nombre que comparte con Fanny  en los papeles, pero decía que era indigna de ese nombre por lo pequeña que resultó. Cuenta que Francisca significa libre, que  es el nombre del amor de Rubén Darío, y que ella sueña con firmar un libro con el nombre de Francisca Rubio, que suena muy bien, pero que sus  editores no la dejan.
Niña de familia republicana que se educa en un colegio de monjas, significa estar en el colegio con la otra España creyendo que había ganado la guerra, cuando la perdió, porque nadie se la había contado. Una escritora que conoció París por el barrio de Montmartre y la fuente de Saint Michel, y que tomó el primer anticonceptivo oral que cayó en la Universidad de Granada, en el año 1969.
Fanny Rubio Gámez, jienense de Linares, Doctora en Filología Románica, es actualmente catedrática de Literatura en la Universidad Complutense de Madrid, después de haber ejercido como docente en la Universidad de Granada, “maître de conférence” en la Universidad de Fez entre 1974 y 1976, donde contribuyó a poner en marcha la sección de español, y Directora del Instituto Cervantes de Roma entre 2006 y 2008.
Colaboradora de prensa y televisión, dirigió también los Cursos de Humanidades de la Universidad Complutense en El Escorial y ha sido conferenciante en numerosas Universidades en el mundo.

Sus estudios de crítica literaria, entre otros Revistas poéticas españolas, 1939-1975 (1976) y Poesía española contemporánea (1981), se han convertido en libros de obligada consulta para la filología moderna. Como ensayista, ha publicado El embrujo de amar (2001) y ha dirigido la edición de El Quijote en clave de mujer/es (2005), innovador estudio en el que críticos, investigadores del Siglo de Oro y escritoras contemporáneas aportan su punto de vista a la hora de reconstruir los elementos característicos de la visión femenina del mundo de Cervantes. Sus ensayos más recientes son El Juan Ramón de Aurora de Albornoz (2007) y Baeza de Machado (2008).
Además del ensayo, ha cultivado la poesía y la novela. Como narradora, cabe destacar El Dios dormido (1998), diálogo entre María Magdalena y su dios sanador, Fuegos de invierno bajo los puentes de Madrid (2006), colección de relatos y su trilogía compuesta por La sal del chocolate (1992), La casa del halcón (1995) y El hijo del aire (2001). Se han realizado traducciones de estos libros, como de su poesía (Dresde, Retracciones y Reverso) a distintas lenguas.

En 2009, le ha sido concedida por el Jefe del Estado la Encomienda de Isabel la Católica por su trabajo cultural en Italia al servicio de la Nación española.
Es la obra de Fanny el viaje continuo como complemento de la lectura, condición sin la que no es posible su escritura; el nomadismo, el vagabundeo, casi me atrevo a decir también el devenir por los paisajes repetitivos y siempre distintos de la hélice de la que les hablaba al principio.
Fernanda Rubio Gámez cree en el dios de las palabras, en las palabras inmortales, que viven después de muerto el último de los hablantes, y crean vida en el aire.  Y cree que cuando una las comparte lo hace para enviar, según su propio decir, con ellas algo así como el mensaje dentro de la botella que cualquiera querría encontrarse a orillas del mar.
Así que, abramos la botella y dejémonos sentir desde la fortuna  y la autenticidad para poder disfrutar hoy de  tener entre nosotros a Fanny Rubio con un tema tan fascinante como el poema Espacio de JRJ girando entre sus palabras y a nuestro alrededor, en forma ¿helicoidal?

viernes, 26 de octubre de 2012

Heterodoxos y transgresores. IV Congreso de Literatura de la Fundación Caballero Bonald. Jerez de la Frontera

www.diariodejerez.es

El espacio idóneo de las palabras

La autora Fanny Rubio retrata la vida y obra, inseparables y complementarias, de Juan Ramón Jiménez, en una jornada marcada también por los ismos de entreguerras
R. D. / JEREZ | ACTUALIZADO 26.10.2012 - 07:17
zoom

La poeta y escritora Fanny Rubio (i) durante la conferencia, junto a su presentadora, Montserrat Gómez.

Criticados por los autores más jóvenes, que finalmente tuvieron que masticar y digerir sus propias palabras, Unamuno, Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez..., recibieron con el paso del tiempo la veneración de editoriales, crítica y el eterno perdón de sus detractores. "La seña de identidad de los heterodoxos es ser eliminados de las antologías. Pero esto no importa, es un papel mínimo comparado con la figura que fueron", recordó ayer la catedrática de la Universidad Complutense de Madrid, poeta y escritora Fanny Rubio, que habló de 'El poema total de Juan Ramón Jiménez ('Espacio'), que fue presentada por Montserrat Gómez. A través de dicha ponencia hizo un completo repaso tanto por los 'estados de ánimo' del autor a lo largo de su vida, como de los de su obra, a la que se dedicó en cuerpo y alma, de forma extraordinaria.

Con una irrenunciable vocación por el arte, lo importante para el poeta de Moguer "era desarrollar su conciencia crítica y organizar sus libros primerizos. Se pronuncia entonces por una poesía pura, a la que sus enemigos llamaban 'torre de marfil', un ataque a su aislamiento, a su soledad extrema. Algo que él justifica con periodos de búsqueda, de trabajar en lo que le gusta", recordó Rubio.

A lo largo de las diferentes etapas de su vida literaria, Juan Ramón buscaba mostrar "la palabra desnuda. Porque la verdad es la conciencia e inaugura de esta forma un camino inalcanzable hacia lo puro. Una ejemplo es 'Diario de un poeta recién casado'". Viajes, conferencias, sus clases, la ayuda a los escritores españoles en el exilio..., mantienen a Juan Ramón activo, todo acompañado, casi siempre, de la depresión. Fue en 1941 cuando comienza la redacción de 'Espacio', "en un ambiente de trabajo intenso, con el martirio propio de ser un poeta total, llegar a la comunión con el universo pero conservando su personalidad". Un poema en prosa en el que se vuelca todo el contenido de su conciencia. "Él se veía a la vez fuera y dentro del mismo espacio, compartiendo sus crisis personales con las palabras".

Poeta de lo sagrado, de lo misterioso, políticamente incorrecto. "Un tabú que José Ángel Valente rompió al hablar del silencio como parte del poema".

El encargado de abrir la jornada de ayer fue el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, poeta y escritor, Jaume Pont, que ofreció las claves del postismo a través de la poesía. El comienzo de la tarde lo protagonizó la poeta, escritora y traductora Clara Janés y la ponencia 'Sondas a la poesía informalista'. La cerró una mesa redonda sobre 'El surrealismo en la poesía española'.

sábado, 18 de agosto de 2012

Relato de mi parto


Parir

A las cinco de la mañana del día 17 de agosto no podía dormir. Me duché para calmar el picor del cuerpo entero que me envolvía desde hacía noches; la extensión central en que me había convertido. Al secarme, un hilo de licor caliente se dejó. Se lo dije a Blas. Contestó que siguiera durmiendo que eso no era. Pero sí era. Vertí más de un litro en el colchón cubierto de toallas durante lo que restaba de mansa oscuridad hasta el amanecer.
Por la mañana él se fue a trabajar, yo me quedé plácidamente derramada. Telefoneé a las matronas. Me dijeron que esperara hasta que tuviese más síntomas, aún podían pasar días u horas. Llamé a Mimi, la amiga que había elegido como acompañante para el parto en casa. Le conté que había roto aguas y que se quedase tranquila hasta que la avisase. El nacimiento aún no iba a comenzar pero ella se vino a mi lado tras conducir 80 km. desde el mar.
La tarde del 17 la pasamos los tres (Blas había regresado del trabajo a media mañana) sentados en el sofá blanco esperando a que viniese el bebé. Pero la cría no llegaba. Mi hembra se sentía vigilada, no dejada nacer. Y después supe que le faltaba la mano ancha, donde agarrarse para tomar impulso.
Más tarde, cuando Mimi ya no estaba, salí con Blas a pasear por la ciudad para relajarme. En un callejón estrecho del centro el agua arrolló de nuevo mis piernas. En ese preciso momento dos policías patrullaban por aquel desierto rincón en verano. Frenaron en seco. Miraron por el retrovisor. Dieron marcha atrás. ¿Están bien? No, no, si no pasa nada. El agua me inundaba. ¿Pero…? Sí, sí, no se preocupe; solo que he roto aguas. Incredulidad. ¿Les llevamos al hospital? No, no, qué va, si vivimos aquí al lado, ya vamos tranquilamente caminando a casa. Nos fuimos, huyendo como quien esconde un secreto. Nos dejaron, dándonos por imposibles.
Hasta las once de la mañana del día 18 no llegó la pareja de matronas. No sé si tengo contracciones. Siento cierto dolor sordo pero no sé si esto son contracciones. La matrona hombre me contestaba con mucha filosofía, muchas palabras. No podemos estar viniendo a cada rato. La matrona mujer me entendía. Ella me dijo: vendremos todas las veces que lo necesites. Mi útero se contraía sin dolor. Todo había comenzado pero no lo supimos oír. Se fueron y nos quedamos juntos Blas y yo.
 Así que a las dos comimos, me eché la siesta hasta las cuatro y media,  tomé una galleta  al despertar y en aquel momento, al sabor del paladar dulce, se despertó conmigo la hembra que parió. Se rompió. El dolor desgarraba sus entrañas.
El agua caliente me inundó de nuevo las piernas, aparecieron unos sospechosos coágulos de sangre oscuros y, finalmente, el meconio, cada vez más denso. Mi hijo pujando por ver el mundo. Después, la paz entre contracciones, el dolor que se borraba y del que no quedaba recuerdo fidedigno al minuto siguiente. Esto es una contracción, le dije a Blas. Estoy convencida. Blas, reloj en mano: menos de dos minutos entre la segunda y la tercera.
Llamamos a las matronas, nos dijeron que era necesario ir al hospital. Rotura de aguas con meconio. Había que irse rápido. En mi un apaciguado silencio interior entre los estertores imparables de cada contracción. Sabía que me expandía, que el movimiento espasmódico de la vida me tanteaba y, entremedias, un estado de gracia, distante, centrado, en el que veía correr a mi marido cogiendo la maleta, olvidándose de tal cosa o cual y le daba instrucciones de un minuto y diez segundos desde una bonanza absoluta, terrenal. Todo agitándose a cámara lenta en el torno que me circundaba.
A las cinco y diez de la tarde llegó la ambulancia. Subió a casa un médico, Marcos, como el de los dibujos animados, así, tristón, como él también. Entre bromas me pinchó o similar, me colocó una máscara en la boca o similar y me daba instrucciones sobre no sé bien qué o algo similar. Después, no encontraba el corazón de nuestro hijo. No se oye, dijo. Mi paz trastabilló volviendo del revés mi garganta. Estaba auscultándolo con un fonendoscopio.
Blas sabía escuchar su latido colocando la oreja sobre mi barriga. Por casualidad, dos días antes lo habíamos intentado con el fonendoscopio que nos había dejado mi cuñada junto al aparato de tomar la tensión y  sabíamos que no era fiable, apenas se oía. Lo insté a que lo hiciese por el método natural. El médico lo disuadía. Lo insté a que lo hiciera. Apoyó su oreja en mi barriga. Ahí está -me dijo- ¡está bien! Lo abracé. Lo amaba. Mis rasgaduras internas me volcaban sobre mí misma otra vez y me retraían. Me contraía, hacia dentro. También, de nuevo, tras ello, la paz.
Mi habitación se había convertido en jaleo. Tubos, voces, siéntate, no podía, quería estar de pie. A duras penas conseguí llegar hasta el ascensor. Bajamos en la plataforma, con la vía puesta, el oxígeno, en una silla del comedor, chorreando fluidos. Apenas podía moverme. Juntos pariríamos, en unión, acompañándonos en el baile, pensábamos mi marido y yo durante los meses que duró el embarazo y nos preparábamos para recibir a nuestro hijo en algún lugar entre la azotea y la habitación de nuestro hogar. No le dejaron subir a la ambulancia. Su historia es, pues, otra y la misma.
Las entrañas se me resquebrajaban y cada adoquín de cada calle de la zona vieja de la ciudad por la que se embalaba la ambulancia me penetraba en las células del bajo vientre. Mi hijo va a nacer ya. No puedo esperar. No, no, aquí no puede nacer. Debes llegar al paritorio. No puedo esperar…
Me agarré a la mano nudosa del enfermero. No veía. “Non vexo nada” decía mi madrina antes de morir, sus últimas palabras, “Non te vexo, neniña”. Y yo tampoco veía a nadie. Sabía que estaban pero ni miraba ni podía ver más que lo que mis ojos captaban sin querer y rechazaban. La muerte y el nacimiento. La mano de mi madre mientras cosían a la niña que fui en la casa de socorro tras haberse caído por las escaleras, la mano de mi madrina al morir aferrada a la mía, las manos de mi amor sobre mi cuerpo, la  mano de aquel enfermero sujetándome los límites del poder. Todo uno.
Al llegar al hospital el pasillo de urgencias estaba inundado de gente. Sentía sus presencias mirándome inquietos. Mi boca abierta, dilatándome la vagina, la garganta, los conductos de mi cuerpo dejando paso al aire, a su respiración. La matrona hombre  también estaba en aquel pasillo. Lo vi pero no lo miré. No me daba confianza. Había venido a ayudar y ayudó a Blas a entrar en el paritorio.
Eran las seis de la tarde y la fuerza centrípeta salía por mi boca en grito, abriéndose paso en la camilla como inaugurada iba mi vagina, hasta el extremo.
Llegué a la sala blanca, tan distinta a aquella otra de las siete semanas de embarazo donde Victoria, mi ginecóloga, me hizo escuchar por primera vez el latido de Jacobo después de que se agarrase fuerte a mi endometrio. Se me olvidaron las decenas de ojos que me miraban, los estudiantes que usurparon mi intimidad, la médica que me atendía, las enfermeras que me hacían preguntas inoportunas y me negaban su tacto, no había nada más que la hembra: ni siquiera pensaba en mi cría. Ella sabría salir. Yo no tenía más opción que lo mío. Ineludible, inmenso, radiante, rabioso, inminente, latiendo en mi deformado sexo.
 Cerré la boca, convoqué  la fuerza entre las piernas, cerré la boca, convoqué la fuerza hacia mi sexo, ostentoso, orondo, extenso, inmoderado. Vino a mí el palomar de la Breña. La imagen del antiguo palomar del S.XVIII con sus pasillos hasta medio cielo poblados de nidos de paloma horadados en su materia. Cada nido un útero, una paloma viva. Cada nido de paloma un útero, cada útero una vida. Esparciéndolo todo de estrellas. Cada nido de paloma un útero, cada útero una vida. Cada vida, amor. Cada nido de paloma un útero, cada útero una vida. Una vida en grito. Sonidos llenos. Arrojada. Me guié por la voz desconocida que dictaba cada uno de mis movimientos y me embriagó la risa y así, entre carcajadas, mi hijo se deslizó lentamente, sin gravedad, enfundado en el canal de parto que lo sujetaba.
A las seis y veinte llegó Jacobo y era tal el sosiego que apenas sonreí. Estaba. Era. El sentido inefable. La rotundidad. No me moví. No lloré. No hablé. Solo acogí a mi cría y la deposité en mi pecho. Tan natural como si toda la vida lo llevase haciendo. Sin estridencias. Plácida.
Los primeros meses después del nacimiento, el mundo desapareció y el nido salió a ocupar toda la superficie que habitábamos. Allí nos quedamos los dos acunándonos. Después, los tres, también el padre. Con derecho y firmeza, entre arrullos y el sueño. Denodados de amor. En cada nido de paloma nos creció un junco, y era cada junco la fuerza de la tierra subiendo por mis piernas, sensual, flexible, decidida, materna. Cada nido de paloma fue entonces un jarrón lleno de tierra y en cada jarrón lleno de tierra nació una flor. Inundaban las margaritas blancas mi hogar. Donde ellos estén, será. Cada nido de paloma un útero, cada útero una vida. Abierta y completa. Giró la perspectiva.
Y así llegó, profundo como el cielo, este amor, que se prende de mis ojos y me deja unida a Jacobo en la madriguera, sus primeros bracitos alrededor de mi pecho que casi no alcanzan a rodear su fragilidad.
MON
http://dedondelashadas.blogspot.com




martes, 29 de mayo de 2012

Antes de que la primavera acabe



Antes de que la primavera acabe me gustaría verte en este patio-jardín en Jerez, este viernes 1 de junio, a las 20:30, para compartir contigo arte y aparte.
Puedes entrar por el caminito que hay al lado del número 3 de la calle Barja, traspasando la verja.
Habrá teatro, música, baile y, por supuesto, poesía, en verso y prosa. Te contaré "Parir" y mi amiga Pepa Varga lo bailará al ritmo de las  palabras. Pero eso es un trozo de todo lo que pasará y aparte.
Si no vienes, no será igual.


¿Realmente tienes algo más importante que hacer?
Nada es más importante que disfrutar y aparte.
No hay más vida que esta.




miércoles, 28 de marzo de 2012

A vueltas con la literatura con Ramón Luque en Radio La Isla : los cuentos de tradición oral y nuestro viaje alrededor del mundo

Hace una semana pasamos una tarde agradable y divertida con nuestro amigo Ramón Luque en Radio La Isla de San Fernando.
Nos invitó a Juanjo y a mi a su programa "A vueltas con la literatura" y estuvimos charlando sobre nuestro viaje alrededor del mundo y sobre los cuentos/leyendas/historias de tradición oral que fuimos encontrando por el camino.
Fue entretenido para nosotros y nos sentimos como si los micrófonos no existiesen, como delante de una café en cualquier cafetería conocida y delante de un amigo que es un buen "escuchador", virtud que se va perdiendo y yo echo en falta en muchas personas que me rodean y cuyo afán es el monólogo. En este caso nos dio a nosotros la palabra durante casi todo el progrma porque estaba afónico, como veréis en la grabación, pero doy fe de su capacidad de diálogo y de hacer agradables las conversaciónes  jugando  a fluir en la conversación. Gracias, Ramón, y aquí tenéis el enlace por si queréis escucharlo:

http://www.radiolaisla.com/Podcast/AVCL%2022%20MARZO%202012.mp3

viernes, 24 de febrero de 2012

Escuelas Pestalozzi. CEPAS en Ecuador.

Una amiga me llevó a un libro "Educar para ser" de Rebeca Wild, que guiada por la filosofía Montessori fundó una escuela alternativa en Quito, Ecuador, junto con su marido :Mauricio Wild, llevados por la necesidad de dar una educación más humana y menos directiva a su segundo hijo, Rafael.
Ese proyecto ha ido aprendiendo de si mismo y de quienes lo comparten durante tres decenas de años, sembrando CEPAS (Centros educativos donde el respeto cultural está muy presente) a lo largo de Ecuador como evolución del primer Instituto Pestalozzi de Quito .
Estos proyectos son visitables y también se puede recibir formación pedagógica en ellos. Nuestra ilusión es, cuando Rodrigo tenga tres años, pasar unos meses con ellos. Os dejo más información audiovisual por si deseáis seguir investigando sobre ello... Otras maneras son posibles.














Otras lecturas:
Libertad y límites: amor y respeto WILD, REBECA

miércoles, 22 de febrero de 2012

Filipinas II ( Mindanao, Zamboanga)

 Y llegamos a Mindanao.
Mindanao merece mención aparte. Está situada al sur de Filipinas, cerca de Sulavesi  (“Isla Mariposa”, antiguo Ceilán, isla de Indonesia). Es una región montañosa rodeada de mar. Las islas del suroeste, que se atisban desde su capital, Zamboanga,  han sido zona de lucha secular entre musulmanes y cristianos. Restan piratas en algunas islas del sur y “bandoleros” en las montañas de la región.


Durante mucho tiempo las embajadas prohibían el acceso del turismo a Mindanao. Actualmente Zamboanga es un destino seguro, amable y generoso con el visitante aunque pocos son los que se adentran en esta zona sur. Mi deseo de conocer  Zamboanga se centraba en el hecho de que aquí se habla un criollo español, es decir, una lengua mixta entre el castellano y las lenguas de sustrato previas. El 80% del vocabulario es idéntico al nuestro y las diferencias son, sobre todo, gramaticales (procedentes de la familia lingüística malayo-polinésica). Es uno de los pocos lugares del mundo donde se conserva un criollo español. Junto con el español de Guinea Ecuatorial y el Spanglish norteamericano son las variedades más curiosas de nuestro idioma. Es tan divertido como interesante.  Así que nuestra misión  en Zamboanga consistía en hacernos con material audio, textual y, sobre todo, experimentar el “chabacano zamboangueño”. Chabacano es el nombre de esta lengua. Los españoles eran ciertamente crueles a la hora de nombrar aquello que rodeaba a los inocentes filipinos. Y desde sus apellidos de corte hispánico (Ej. Orín) hasta el nombre de sus lenguas provoca risa en algunos casos. Aunque no sabría decir con exactitud si el nombre de esta lengua da lugar al adjetivo o es al contrario.
Les transcribo un trozo de un texto en Chabacano en que se habla de los lutao, pobladores del mar, de origen malayo, residentes en Zamboanga, para que juzguen:
“Este el naturaleza de este clase de gente que no conoce nigun casa mas que el vinta. Na maga sitio donde estos ra reuni allí ta demostra siempre su inclinación si donde ya nace; que estos ta gusta mas vivi na mar y talli su casa. Estos cta coloca palo para planta su casa: si hondo el agua maga casa lejos na aplaya. Este clase de gente gendeh ta gusta na tierra entonces con estos gendeh ta molesta cultiva y sembra. Su unico trabajo era pesca y con este ta usa para cambia cosas del tierra como palo para leña y trozo para casa”
La conciencia de lenguaje vulgar del chabacano sigue vigente, puesto que al querer que nos hablasen los zamboangueños de la calle en este su idioma, que nosotros entendíamos, no  lo conseguíamos más que con risas avergonzadas, y a la mínima de cambio se pasaban al inglés pues en su mente no estaba la idea de hablar zamboangueño con extranjeros  en una situación que no fuera familiar, ni mucho menos que los pudiésemos entender. Ni siquiera eran conscientes de que les estábamos hablando con un idioma casi idéntico al suyo: el castellano. En fin, me hizo pensar en mi abuela Nila a la que le hablaba en gallego cuando volvía de aprenderlo en la facultad y me contestaba en castellano porque no podía asociarme con el gallego cuando toda la vida mis padres me educaron en castellano y yo hablé con ella ese idioma. La diglosia y el bilingüismo que dan lugar a situaciones tan cómicas como absurdas. Y el asociar las lenguas a situaciones sociales de prestigio o familiares, que convoca cortinas entre los hablantes impidiéndoles comunicarse con normalidad cuando salen de las expectivas aprendidas.
Dado que a la ciudad apenas llegan turistas puesto que algunas embajadas aún recomiendan que no se visite la zona, los trabajadores de la oficina de turismo de Zamboanga nos trataron como reyes: nos llevaron en su propio coche a recorrer la ciudad, nos enseñaron la zona de restaurantes y nos invitaron a cenar. En pocas oficinas de turismo el trato es tan personalizado, supongo que tiene que ver con que éramos los únicos españoles que se habían pasado por allí en lo que iba de año, españoles y casi me atrevería a decir que unos de los pocos europeos.
En Zamboanga existen zonas diversas, como en cualquier ciudad, barrios marginales, y zonas más exclusivas. Dentro de estas últimas estaba un pequeño paseo marítimo aporticado lleno de restaurantes que se iluminaba lujosamente durante la noche. Allí nos llevaron nuestros amigos queriendo enseñarnos lo mejor de la ciudad. Y allí algo cambió en mí. En el borde del paseo, en el mar, decenas de lanchas flotaban con chicos, parejas y familias a bordo, eran “los de abajo”.  “Los de arriba” que los miraban como si de una atracción circense se tratase les echaban monedas premiando sus gestos ampulosos o sensuales, bailes, músicas, la ternura o compasión que les despertaban ciertas familias enteras que nadaban con el bote. Y “los de abajo” se tiraban al mar y buceando atrapaban las monedas. El primer día que vi el espectáculo se me revolvieron las tripas y me tuve que ir, absolutamente consternada. Paseamos durante más de una semana por aquel paseo cada día y cada día vislumbrábamos el espectáculo hasta que el último me paré de nuevo a mirar.  Para entonces ya había oído que “los de abajo” (los lutao) vivían así desde generaciones atrás, casi siempre sobre los botes. Tenían casas flotantes en las afueras de la ciudad, donde desembocaba el río y vagabundeaban el  mar desde siempre, era su modo de vida, prisioneros de la mirada y libres de las ataduras sociales de “los de arriba” (los subano), pero con las suyas propias, su propia estructura social y de supervivencia que, probablemente, preferían a la nuestra. Yo me sentía “de arriba” en parte pero también en parte, con la mochila a cuestas durante tantos meses, me sentía “de abajo” y perdí la compasión para convertirla en algo mucho más amplio, en la comprensión del lugar de cada uno, que elige, alimenta, venera, e  incluso denosta a lo largo de su vida. No juicio. No es mejor ser de arriba ni de abajo. Simplemente, el lugar que ocupamos debemos amarlo y luchar si no nos hace libres. La compasión, como muchas otras formas de servidumbre del orgullo, no es más que un sentimiento ligado a la superioridad. Y, entonces, me apeteció remangarme el pantalón para bajar a hablar con ellos de tú a tú, sin querer ayudar ni cambiar nada, simplemente por el placer de vivir a su lado durante unas horas, bailando, pavoneándome y despojándome de mi etiqueta social.

jueves, 2 de febrero de 2012

Encarna Álvarez Ortigosa expone en "El Pópulo", Cádiz


Además podéis disfrutar de su obra los sábados y domingos de 11:00 a 15:00 en su Mercado de Arte : Parque Atlántico, Bloque 13 5º A  Jerez
(teléfono: 699 837 758)

jueves, 26 de enero de 2012

El puchero de la paz, por Ramón Luque

Nuestro indocentísimo compañero Ramón Luque nos brinda para leer en clase en el día de la Paz y no Violencia este texto, acompañado de una ilustración de Virtudes Reza. Aquí está el enlace
http://remansoseneltiempo.blogcindario.com/2012/01/00059-el-puchero-de-la-paz.html y me he permitido también copiarlo para poder difundirlo de manera más directa.






 Dibujos de Virtudes Reza, compañera INDOCENTE, a quien agradezco su colaboración desinteresada.

EL PUCHERO DE LA PAZ

 

Para guisar y comer

el puchero de la paz

prepara los ingredientes

con gozo y tranquilidad

pues necesita su tiempo

y mucha amabilidad.

Cambia carne por sonrisa

y garbanzos por bondad

que darás con entusiasmo

a los que contigo están,

agrega mucha alegría

y un abrazo fraternal,

que sean sal y verduras

afecto y sinceridad.

Remoja los ingredientes

en un baño de amistad,

aderézalos con mimo

y añádeles la verdad,

cuatro puñados de besos,

mucha generosidad

y que sea la candela

gracia y sensibilidad

para tratar con la gente,

pon también honestidad.

Utiliza un perol grande,

igual que la libertad

que derriba las fronteras

con la solidaridad.

El perdón y la alegría

amásalos con lealtad

y saldrán buenas albóndigas,

llámalas fidelidad.

No descuides este guiso,

pon toda tu humanidad

en que no falten avíos

ni tampoco voluntad

para invitar a este mundo

a disfrutar de la paz.

 

Ramón Luque Sánchez

 

"La Betaespera" de una fecundación in vitro, por Ana Trasancos

Os adjunto un enlace a un relato de mi amiga Ana Trasancos en que cuenta con desapego lo que supone esperar el resultado de una FIV (fecundación in vitro). Para quien lo ha vivido muchas cosas le serán familiares y para quien se acerque por curiosidad podrá aproximarse a una visión ácida y humorística de la experiencia que supone todo este proceso. Que lo disfrutéis (¡y que no os quite las ganas de intentarlo a quienes en ello estáis!),

viernes, 6 de enero de 2012

Filipinas I


Montserrat Gómez Gómez 
Tan rico y variado es este país, que ofrecer breves pinceladas de cuatro zonas puede poco más que aproximarnos someramente: la capital, Manila; la isla de Bohol, en el centro del archipiélago; Mindanao, al sur, y las terrazas de arroz de Ifugao en el norte del país.
Seis mil islas en un archipiélago tan  lejano, en plena Asia, y caminando por las calles de Manila, la capital rehecha de sus cenizas en varias ocasiones, dejada en herencia  por españoles y bombardeada por los americanos. País hecho a la sumisión del colonizado. Tan cercano, cuyas calles responden a nombres tales como Puerta Real, Intramuros, Muralla, Santa Potenciana, Cabildo ... Sus habitantes, que reconocen que eres española, te cuentan a modo de plegaria la ristra de palabras que conocen de tu idioma y que aún permanecen en el suyo, el tagalo: unodostrescuatrosillamesacasacuchara y hay algo de sentirse como en casa. Los rostros amables de los filipinos acompañan su dulzura de trato y una infantil alegría cuando  son  protagonistas de las fotografías de los turistas.
Las calles del centro de Manila están pobladas de casas como cajas de cerillas al lado de enormes caserones y edificios de corte castellano. Entro en una iglesia, se está celebrando una boda. A nuestro lado unos filipinos que han venido a verla para sacar recortes para la suya propia. Se enteran de que somos españoles y se alegran, hablan de nuestras bondades  y de la suerte que han tenido de haberse quedado con el legado del catolicismo, orgullosos de ser  de los pocos asiáticos católicos. Fuera de ese recogimiento, Manila es una gran urbe plagada de pequeños vehículos a  motor compuestos de una motocicleta, asientos traseros y un toldo que los cubre para evitar el sol y las lluvias. Las calles están absolutamente abarrotadas tanto de estos vehículos como de antiguos autobuses americanos jeepneys reutilizados que aderezan el paisaje del tráfico caótico de la capital.
Bohol es una de las islas centrales de Filipinas. En ella se suceden playas blancas rodeadas de coral donde disfrutar del buceo y pequeños pueblos con clima tropical que subsisten con lo que les da la tierra y el mar. Además de las Chocolate Hills que son la gran atracción natural de la isla (una sucesión de colinas hasta donde la vista se pierde, redondeadas, suavizadas por la vegetación que las viste) están los tarsiers. Los tarsiers son los monos más pequeños del mundo, aproximadamente del tamaño de un gorrión; miran con enormes ojos curiosos y saltones al visitante, apaciguados por su conocimiento del ser humano, se adentran en los árboles, se alimentan de insectos y tienen los dedos como los de E.T.;  son lo más parecido a los Gremlins que uno pueda ver en el planeta.
El río Bohol está presente en la isla, constante. Pero son las gentes las que dejan huella. Vivimos en una pequeña aldea durante algo más de una semana, de la mano de Nita Cristal una filipina de apenas 1,45 de estatura, despierta y  comunicativa. Los habitantes de esta aldea subsisten con los recursos que les proporciona el manglar. Un manglar es una zona donde crecen mangles, plantas que se desarrollan en lugares encharcados de aguas muy salobres o incluso marinas. Suelen tener las raíces metidas dentro del agua. En ese medio cuesta trabajo absorber oxígeno por lo que parte de las raíces invierten su crecimiento y se viran hacia arriba. Este gesto se llama geotropismo negativo y es la característica representativa del manglar. Lo convierte en un curioso paisaje. El ecosistema del manglar es pobre: hay muchos insectos y los peces se apiñan en torno a la red natural que forma la masa vegetativa de ramas y raíces. Hay cangrejos, gambas, almejas y del propio mangle se pueden usar las ramas como combustible.
En esta aldea viajar en el espacio se parece mucho a viajar en el tiempo: vivir desayunando pescado o arroz o lo que haya, ducharse con calderos de agua fría o cocinar una tortilla encima de una hoguera de leña son ejemplos de este viaje en el tiempo.  Lo rompe la pasión por el karaoke de las gentes, los ojos curiosos que te escrutan, la educación que les impide acercarse con más naturalidad y la hospitalidad con la que te empujan a sus casas. Aquí pasamos una Nochebuena de las más fascinantes de nuestra vida: compartiendo comida hecha en hoguera con cuarenta personas que se sumaron a nuestra celebración, tan lejos, donde no teníamos más familia que la que íbamos encontrando. Boli-boli (una especie de albóndigas) o pansit (paella de fideos finos) fueron parte de las  delicias con que nos agasajaron.
 Las peleas de gallos siguen siendo un entretenimiento tradicional en la isla. Parece que las trajeron los españoles y, años después de que legalmente estén erradicadas en nuestro país, siguen existiendo en Filipinas, donde se apiñan los hombres en pequeñas plazas cerradas que ocupan los gallos, junto con sus dueños. Gallos que se rasgan con espolones de hoja cortante de acero, muchas veces hasta la muerte. Este espectáculo sangriento va acompañado de coros de voces que jalean por uno u otro según hayan decidido sus apuestas. En el exterior los dueños de los gallos les curan sus heridas.
Y el sol se pone en el río Bohol perfilando las elegantes siluetas de las barcazas y de las casas flotantes, a la espera de abandonarlo en nuestro camino hacia el sur, a Mindanao, y allá llegaremos en el próximo paso del viaje . Gracias por acompañarnos.