viernes, 13 de diciembre de 2013

La pérdida de pelo durante el cáncer

Hace tres años acompañé a mi madre al lugar donde le colocarían una peluca de pelo natural . Mi madre tenía cáncer y su tratamiento hacía que perdiese el pelo. Se iba a quedar calva.
Mi madre siempre fue muy presumida.
Llegamos allí. Ya habíamos elegido hacía alguna semana lo que ella quería y estábamos, en esta cita, a la espera de que nos atendiesen en una pequeña sala con sofás y revistas.
Pasamos a una cabina mediana con un espejo grande y carros con instrumentos de peluquería que conocíamos muy bien. Una chica muy amable la atendió. Yo también estaba allí sentada, algo más atrás. Las tres en aquel cómodo cubículo íntimo. Mi madre apenas se miraba al espejo, de vez en cuando, pero con mucha menos osadía, no como lo hacía antes de enfermar.
La chica la puso delante del espejo. Y, entonces, bajó una cortina negra que impedía que viese su reflejo. Una cortina opaca. Ellas charlaban. La chica le iba cortando todo el pelo que le quedaba, después se lo rapó con una maquinilla.
Yo decía algo de vez en cuando. Disimulaba. La situación parecía muy natural. Los mechones de pelo se deslizaban, no sabíamos cuándo lo volvería a tener o si lo volvería a tener. Su cáncer era irreparable. Ella aún no lo sabía.
Recogí, sin que me viesen, dos mechones. Hoy uno va conmigo. Hoy que ya no está. Los guardé durante meses. Uno para dárselo cuando mejorase. Y mejoró y se lo dí. Otro para mí para cuando ya no le pudiese acariciar la cabeza.
Es la primera vez que escribo algo sobre mi madre enferma.
Aquel día mi vientre, hoy lleno de una hembra que nacerá en marzo, se rompió en dos otra vez, gritaba mi garganta en silencio sin abrirse, y con la cara templada, observé cómo le colocaban la peluca, seguían charlando, sin que se turbase mi gesto.
Ella estaba bastante contenta con la elección pero durante todo el tiempo de espera me agarró la mano con fuerza, sin hablar, sin soltarme ni un segundo. Como cuando yo era pequeña y me llevaba al médico, pero al revés.
Cuando subió la chica la cortina opaca se vio de nuevo reflejada en el espejo con su nuevo pelo puesto. No se quitó la peluca en días, hasta que recopiló suficiente valor como para verse sin cabello.
Mi madre era peluquera.
Hoy encontré este hermoso vídeo por casualidad y deseo que aquí quede . Me ha emocionado tanto. Hay mucha gente que hace lindas cosas, grandes, originales, sorprendentes, dulces.
 Merece la pena verlo.

4 comentarios:

  1. Precioso texto, Montse, demostrando que se puede llegar al corazón sin estridencias lacrimógenas. Sólo hacer falta saber escribir (nada menos). Y enhorabuena por esa criaturita que llevas dentro. Un beso.

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    1. Gracias. Llegar a tu corazón es un honor. Nacerá en un par de meses. ¡Qué buena! ¿verdad? ¡Qué buena la vida! :) Apetece verle la carita.

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  2. Que bonito MOn ! Nosotros tb nos acordamos mucho de ella y de lo fuerte que era siempre.tenemos muchas ganas de veros.muchos besos

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    1. Yo también tengo muuuuuchas ganas de veros y achucharos, primos. Y sí, mi madre era fuerte como un junco. ¡Os quiero!!!

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